lunes, 6 de septiembre de 2010
la vida de abandonada I capítulo: el colectivo
Corro, corro una cuadra y se me pasan tres colectivos a la vez. En mis manos tengo un sandwich de miga de jamón y queso y una magna naranja, salí tarde para el trabajo como casi todas las veces, no tengo tiempo, entonces debo elegir entre bañarme o almorzar; entre limpiar mi casa y dormir, entre amar y abandonar... CUalquier colectivo me deja bien, desde mi casa que queda cerca del centro, es cierto, cualquiera... pero cuando se pasan tres juntos y sólo tenés cospel no plata no, hay que esperar... porque queda cerca pero no tengo tiempo de ir caminando. Tengo en mis manos el celular (siempre recibo llamadas o mensajes urgentes cuando menos tiempo tengo de responderlos) un sandwich de jamón y queso (soy vegetariana pero no venden sin jamón y como no tengo tiempo no pude cocinarme, claro) la magna fresca y las llaves y la tarjeta de colectivo, no guardo nada, todo en la mano, temo perder el próximo cole o trole que venga, debo estar atenta, preparada para correr, si, porque el trole para a más de media cuadra de los colectivos, entonces me quedo en el medio de las dos paradas, esperando al primero que llegue. Cualquiera me deja bien. Entonces veo que se asoma la punta de un central rojo y salgo disparada con mis chatitas negras que casi vuelan por el cielo despejado... ah! porque hoy hay un sol hermoso y la gente corre igual al trabajo o a los mandados. Hay un sol hermoso y yo subo al colectivo, consigo un asiento (eso es un privilegio que no se da siempre los lunes al mediodía cerca de las 2 de la tarde precisamente) entonces me digo, tengo 5 minutos, pueden pasar tantas cosas en 5 minutos. EL sandwich aún no lo he probado, con tantas cosas en las manos no pude hacerlo, además le tengo que sacar el jamón. A mi lado viaja una mujer acalorada, un tanta pasada de peso, mira mi sandwich destartalado, sandwich insípido con una lámina transparente de queso y jamón, me acomodo y procedo a sacarle el jamón. Tengo 5 minutos, no, ahora tengo menos, para lograr bajarme del cole sin tantas cosas en las manos. La mujer mira mi maniobra, es casi perfecta, estoy acostumbrada, ella querría comerse el jamón que yo voy a depositar en la bolsita que viene el sandwich; y yo me arrepiento de haberlo comprado, cada vez me arrepiento. Qué hipócrita me digo, compro un sabdwich de jamón y queso porque no venden vegetarianos y no tengo tiempo de cocinarme o hacerme hacer uno vegetariano, pero tiro el jamón, al haberlo comprado es lo mismo, el chancho también se murió en mis manos. Pienso eso y se me va el hambre. Ya casi llego, hoy pasan cosas en el colectivo, en 5 minutos pueden pasar tantas cosas. Hay días que sólo te lleva como transportada por una nave de un espacio a otro pero tu cabeza va igual, sumergida en músicas del mp3 o en pensamientos recurrentes o en el estreno reciente. Pero hoy veo la realidad, la miro me empapo de las personas. Sube gente, gente gente, suficiente para estar apretados mirando el jamón. transpirando como mi jamón en la bolsa de plástico que va en contra de mis ideales. Tengo jamón, bolsa de plástico, botellita de plástico en una ciudad ahumada por los colectivos y afuera hay sol, y las sierras deben estar hermosas. Y pasan los 5 minutos, me tengo que bajar, pasan tantas cosas en 5 minutos, llegar al trabajo y encerrarme en un lugar helado. Seguramente no encontraré cuando me baje un tacho de basura libre donde quepa mi jamón abandonado y los restos de migas. Entonces guardaré en mi mochila la muerte por días, quizá tantos que se pudra dentro el jamón y llevaré esta pequeña carga como deshecho mal utilizado por no tener tiempo. Entonces apago el celular, miro a la señora que está sentada a mi lado que está por bajarse, ya mismo sin aguantarme más a su lado por tirar esta feta exquisita y se la ofrezco, ella primero me mira raro, después la toma y la devora en una parada. Son 5 minutos no más. Y me quedo en el colectivo, se pasa mi parada. Ya no se pudrirá el jamón, o al menos no dentro de mi pequeña mochila llena de muerte. Sigo y sigo y me bajo en la última parada en un barrio irreconocible y camino y me saco la campera porque hay un sol! un sol para dejarse estar en esta bella tarde.
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1 comentario:
Ay, ay, ay, esta Eugenita y sus corridas.
Quisiera poder pasarte un caramelito para enralentar el tiempo!
Beso grande
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